Siguiendo la ruta marcada por la entrada anterior, hoy la publicación se centra en el acompañamiento a nuestros seres queridos durante su tránsito por el doloroso camino que conlleva el proceso de un duelo.
Cuando alguien a quién queremos está atravesando una situación de duelo, a veces no sabemos qué hacer o qué decir, incluso suceder también que nos sintamos incapaces de acompañar por muy variados motivos y no se esté presente.
Es evidente que acompañar en absoluto va evitar el dolor de la pérdida, sin embargo muestra a la persona lo mucho que nos importa su sufrimiento y que deseas acompañarlo en ese doloroso momento.
Como ya se indicó en la entrada anterior, no existe una manera correcta de hacer el duelo, cada duelo es único en cada persona.
No saber qué decir es normal y no pasa nada. Puede que nos sintamos con la urgencia de rellenar esos silencios, buscando en nuestra cabeza decir algo útil y, con frecuencia nos lleva a pronunciar frases hechas, o damos consejos u opiniones que no se nos han pedido y, más que acompañar adecuadamente pueden resultar molestos. A veces decir “sé cómo te sientes”, “la vida sigue”, “yo no podría soportarlo”, “Dios lo ha querido así”, “está mejor en la otra vida”, “ya era muy mayor”, “al menos ahora podrás descansar”, “realmente tampoco pasa nada porque no haya un entierro”, “no tienes que sentirte culpable”, “sé fuerte”, “hay peores formas de morir”, o comparar su dolor con el que tú has tenido en experiencias similares, a nosotros nos pueden generar calma, pero para la otra persona ese tipo de expresiones les provoque no sentirse comprendidas e incluso molestarles. Si no sabemos qué decir, es mejor el silencio a afirmar o aconsejar, también mejor será preguntar, escuchar y respetar.
No tengamos miedo a habitar la incomodidad que nos provoque el silencio, lo mejor quizás es reconocer sin pudor nuestra dificultad y decirle claramente “lo siento, no sé qué decirte”, “no tengo palabras”, “me gustaría saber qué puedo hacer o decir para acompañarte mejor”, o simplemente un sincero “lo siento en el alma”. Con frecuencia son esos silencios que surgen los que les hacen falta, ese silencio que acompaña y a la vez le dice estoy aquí contigo, te acompaño en tu llanto, en tu dolor, en tus miedos, ofreciendo también así nuestra compañía y nuestro afecto.
En estos momentos de confinamiento es cierto que por teléfono o internet se hace mucho más difícil, intentemos entonces a lo que no podemos expresar a través de nuestros gestos ponerle palabras: “cuánto me gustaría poder estar a tu lado, poder abrazarte”, “aunque me quede callada/o sigo aquí acompañándote”, “llora lo que necesites, sigo aquí contigo”.
Otras pautas que pueden ayudar al acompañamiento serían:
Una escucha de calidad, una escucha en la que la persona se sienta verdaderamente acompañada, atendida, escuchada sin interrupciones, en la que se respeta y validan sus emociones sin sentirse juzgada por ninguna de ellas, permitiendo su expresión completa, sin dar nuestra opinión sobre los que nos cuente, acogiendo su momento tal cual es e intentando finalizar con algo que le reconforte.
Podemos preguntar qué necesita y si opina que podemos ayudarle en algo. Ello será más útil que sin consultarle antes nos lancemos a decirle lo que creemos que tiene que hacer o no hacer, aunque actuemos desde la intención de querer ayudar. Lo mejor siempre preguntar sin rodeos: “¿qué necesitas?”, “¿te puedo ayudar en algo?”, “¿Puedo hacer algo para hacértelo más llevadero?”. Nuestro familiar o amigo puede que no sepa qué respondernos, puede también que no necesite nada o que esté tan aturdido/a que ni sepa o se de cuenta de qué necesita. Si ello sucede podemos probar a preguntarle más concrétamente: “¿necesitas que te ayude a hacer la compra?”, “¿tienes todas las medicinas que necesitas?”, “¿quieres que te llame por teléfono esta noche antes de dormir para ver qué tal sigues?”, “¿te gustaría que viésemos una película juntos aunque sea en la distancia?”, “¿necesitas ayuda con algún trámite o papeleo?”, “¿quieres que me encargue de decirles algo a algunos familiares o amigos?”...hazle saber que está bien llorar y que exprese sus emociones, que hable de cómo su ser querido ha fallecido, contarlo una y otra vez, es una manera inconsciente de procesarlo y de ir acogiendo su marcha.… preguntas sobre las necesidades que pienses que puede tener en esos momentos, teniendo muy claro que preguntar no es imponer, no es dar consejos o ayuda que no se ha solicitado.
Si nos dice que no necesita nuestra ayuda, acógelo pues no se trata de la necesidad que tengamos nosotros más acuciante o no de ayudar, sino de la necesidad que tiene ella/él. Atender a esas necesidades aunque a veces signifique estar más alejados, es la mejor manera que tenemos de acompañarlos. Hay que ser muy cuidadosos de no ser demasiado insistentes o agobiantes, o en querer demostrarle en exceso que estamos ahí, o desplazar el foco en nuestras conversaciones constantemente hacia nuestras emociones, necesidades, experiencias pasadas u opiniones.
Es importante respetar la necesidad de soledad que tenga la persona, volviendo hacer hincapié de nuevo en lo expresado anteriormente, aunque ello no debe significar desentenderte, a pesar de que nos haya pedido distancia en esos momentos. El duelo es diferente en cada persona, cada circunstancia es única, y a lo largo del mismo podemos pasar por emociones, reacciones, preocupaciones, pensamientos, decisiones, necesidades muy diversas, por lo que es importante ser flexibles e intentar ir adaptándonos a lo que nos va pidiendo o necesitando en cad momento. Habrá días en que la persona prefiera no ver ni tener contacto con nadie, irá transitándolo a su manera. Lo importante es que sepa que vamos a estar si nos necesita. A veces sucede que a la persona le es difícil pedir o volver a pedir ayuda, es necesario diferenciar desentenderse a seguir estando atentos de vez en cuando ya sea a través de una simple llamada telefónica, un whatsapp, un mensaje de voz o les enviemos unas palabras a través de otras personas que sí lo/la ven o tienen contacto con él/ella de forma más frecuente, y hacerles saber que seguimos estando ahí si nos necesitase.
Puede llegar un momento que no le apetezca tanta soledad a la persona. Ahora en este contexto tenemos más tiempo disponible para pensar y echar de menos, para estar más inactivos, lo que podría incrementar en estas circunstancias que el duelo se dirigiese a estados depresivos. Si así sucede y la persona está receptiva, hay que intentar encontrar actividades que le agraden con las que pueda entretenerse, vídeos, películas, series, libros, vídeo-llamadas de amigos y familiares, ejercicio físico en casa, hobbies…podemos incluso acompañarlas aunque sea virtualmente en algunas de esas actividades.
Recuerda cuidarte a ti mismo y administrar la ayuda que ofreces. Tú también estás experimentando un duelo, ya sea de forma más directa o indirecta esa circunstancia te toca de una manera o de otra. Además puede que estés también sufriendo el fallecimiento reciente de algún ser querido, o el ingreso hospitalario de otros o incluso estar preocupado por tu propia salud. A veces las experiencias dolorosas de los demás abren nuestras propias heridas. Por ello es muy importante cuidarnos también a nosotros mismos, y no castigarnos diciéndonos “¿cómo voy a retirarme si lo está pasando peor?” Cada persona debe dejarse sentir y validar sus emociones, intentar eliminarlas, ocultarlas, no atenderlas es la mejor forma de que aumenten o se proyecten fuera de otras formas como puede ser a través de síntomas psicosomáticos. Así que haz aquello que sientas que necesitas para sentirte mejor, intenta no volcar toda tu atención, energías y tiempo en acompañar a los otros, hay que saber cuando debemos desconectar, distanciarnos si observamos que ello repercute en exceso a nuestra salud emocional, si sentimos que nos agota.
Busca o garantízate que hay otras personas de su sistema social o familiar cercano que puedan atender sus necesidades, eso también es una muestra de amor y cuidado tanto hacia él/ella como hacia ti mismo/a.
Dependiendo del vínculo que tengas con esa persona y las circunstancias, recuerda que tú también estás elaborando un duelo, que te sientes también afectado o muy afectado por el dolor de la persona que estás acompañando, así que busca también tus recursos en los que poder apoyarte también.
No nos convierte en egoístas cuidar de nosotros mismos, si lo reflexionamos adecuadamente cuidarnos nos convierte en personas responsables pues es realmente cuando nos encontramos bien o mejor, cuando tenemos más y mejor capacidad para ayudar a los otros, además de que sentirá a través de nuestro contacto una presencia sincera en entrega y cercana. Y si no puedes en esos momentos, díselo, trasládale la dificultad que tienes ahora para acompañarle, siempre será mejor para vuestro vínculo eso, a que no entienda el motivo de que no estés cerca en esos momentos.
Lo que todos esperamos es que poco a poco, aunque el dolor y el recuerdo sigan presentes, nuestro ser querido vaya retomando cierta normalidad, pues aunque se diga que el tiempo lo cura todo, no es cierto, en lo que sí ayuda el tiempo es a que gestionemos la perdida de una forma más serena y saludable emocionalmente. Poco a poco y a su ritmo, irá realizando ese camino y si nos preocupa su evolución, podemos buscar un buen momento para trasladarle nuestra preocupación y, si lo creemos oportuno podemos indicarle que puede contar con profesionales que le ayudarán a transitar su duelo, asociaciones o grupos de apoyo, etc.
Esto no son más que sugerencias, cada caso y duelo son una circunstancia particular, lo recomendable para cada uno va depender de esas circunstancias concretas, la persona, su estado y su personalidad, la relación de mayor o menor vínculo con ella y un largo etcétera. Aquí de nuevo no existen recetas milagrosas y válidas para todos, solo se exponen algunas claves.
La situación de confinamiento que estamos viviendo es dificulta poder acompañar como nos gustaría o le gustaría también a él/ella; pero acompañar no es solo lo que se ciñe a unas estrictas formas de hacerlo, acompañar es: entregar parte de tu tiempo, de tu atención y más de uno mismo a esa persona que queremos en esos dolorosos momentos, acompañar es interesarse y darse cuenta de las necesidades que tiene e intentar satisfacerlas, hacerles saber que estamos ahí, mostrarle nuestro afecto...Y todo ello no nos lo impide el confinamiento, si lo deseamos, estamos disponibles y lo desean.
“NINGUNA PERSONA, TRATANDO DE ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE SU IDENTIDAD, DEBERÍA ESTAR SOLA. DEBE HABER OTRAS PERSONAS ENTRE LAS QUE PODAMOS SENTARNOS Y LLORAR, Y AUN ASÍ SER TOMADOS COMO GUERREROS”
Adrienne Rich
Aquí y Ahora
Un cariñoso abrazo virtual.
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