Las personas que tienen un miedo muy intenso a la posibilidad de enfermar o de estar enfermas, que se preocupan en exceso sobre su salud en ausencia de una daño orgánico o enfermedad que realmente lo justifique, suelen presentar una serie de comportamientos que aunque como bien es cierto cada persona es un mundo, uno muy común suele ser que ante sus preocupaciones necesite hacer un conjunto de rituales que les tranquilice y les aseguren constantemente que se encuentran bien… y cada 15, cada 30 minutos, cada hora...me tomo la temperatura.
La situación actual que estamos experimentando con la pandemia, con la todavía existente incertidumbre de su desarrollo, de cuándo la tan deseada vacuna, del colapso del sistema sanitario aunque ya prácticamente inexistente, además de que los síntomas iniciales del Covid-19 (los únicos para muchas personas) pueden ser leves y confundirse con otras dolencias comunes entre otros motivos, ha provocado que la preocupación por nuestra salud, algo muy lógico y normal, se incremente, y todos queremos evitar a toda costa enfermar y contagiar. Ello ha conllevado a que la atención a nuestra propia salud y a nuestras sensaciones físicas se dispare en algunas personas, por lo que es importante gestionarlo de manera saludable para que no se convierta en un problema añadido.
Hay que tener empatia, pues a veces no es inventado, hay algo, solo que sucede algo que no es de la magnitud de lo que teme, por tanto hay que dar solo la información útil, clara, concisa y necesaria, e intentar explicar o ver no solo lo que no tiene, si no también lo que si le pasa pero no es grave.
Lo cierto es que todos nos enfrentarnos a la incertidumbre, y a veces lo que nos cuesta realmente es tolerar esa incertidumbre, necesitando confirmar que está todo bien constantemente. En ocasiones esa baja tolerancia a la incertidumbre puede estar provocada por cómo se ha vivido dramáticamente experiencias anteriores relacionadas con la salud, la enfermedad, la muerte... A lo que se puede sumar también el desconocimiento de cómo los pensamientos influyen en el organismo, de como afecta cómo interpreto mis síntomas y sensaciones, puedo puedo tener taquicardia debido a mi preocupación y no por que mi corazón esté mal funcionando.
Es importante detallar que a veces influyen trasladando sus preocupaciones a otras personas, como siempre reflejo, las emociones son contagiosas.
En esta entrada se ofrecen algunas pautas para aquellos que lo estáis experimentando el miedo de una manera más angustiosa, esperando os ayude a manteneros lo más serenos posible con vuestro cuerpo y vuestras sensaciones físicas en estas circunstancias tan particulares.
Dejar muy claro que es normal el miedo, que la no adecuada gestión del mismo es el problema.
La trampa de la atención es una de las principales dificultades que favorecen la aparición de conductas etiquetadas de hipocondríacas. La tristeza o el aburrimiento puede ser un caldo de cultivo, pues la atención se vuelca más en mis propias sensaciones, y al llevar la atención ahí, amplio y magnifico esas sensaciones.
Si pienso que cuanto mas vigilante esté más a tiempo lo cojo, ello puede terminar convirtiéndose en una hipervigilancia que no aporta bienestar a estos momentos.
Todos nosotros experimentamos todo tipo de sensaciones continuamente en nuestro cuerpo, intestinales, musculares, sensaciones extrañas en la garganta, picores… estas sensaciones pueden ser aún más o de mayor intensidad si se dan algunas circunstancias como por ejemplo la falta de sueño, si estamos nerviosos, por cambios bruscos en nuestras rutinas de actividad y ejercicio físico, pasar mucho tiempo frente al ordenador, tener un pequeño resfriado o cualquier otra dolencia poco importante.
En condiciones normales estas sensaciones nos pasan desapercibidas. Por ejemplo, muy probablemente si te planteas observar cuánto parpadeas o no, probablemente te entren muchas más ganas de parpadear, y lo mismo puede suceder con la tos e incluso con la respiración. Podemos comprobar cómo ciertos síntomas o sensaciones se pueden intensificar simplemente desplazando mi atención hacia ellos. Y ahora con el miedo lógico a contraer la enfermedad de la que se habla continuamente en los medios de comunicación, redes sociales, WhatsApp, conversaciones con la familia, etc. nuestra atención casi no tiene otra cosa que hacer. Es más, casi seguro que la mayoría de los que estáis leyendo esto habéis experimentado algunos de los síntomas, picor o dolor de garganta, yo también.
Otro conducta muy común que no ayuda es acudir a internet, estamos bombardeados de noticias referentes a la pandemia, y tenemos que saber filtrar muy bien la información, existen multitud de páginas seudocientíficas, páginas que nos sobre exponen al morbo, con imágenes y descripciones dramáticas y catastróficas, y la verdad es que si buscamos y queremos encontrar que se confirmen nuestros temores, lo encontramos, quizás no en la 1ª, 2ª o 3ª página visitada, lo que alimenta nuestra necesidad de seguir buscando hasta dar con la que busco que confirme mi angustia, alimentando con ello aún más con ello los temores.
¿Cómo determino si mis síntomas son verdaderamente reales e indicativos del Covid-19, y he de darles importancia?
Aquí sí tiene sentido prestar atención a qué tipo de síntomas presentamos, si son leves, dolores de cabeza, molestias musculares, estos son muy frecuentes en la mayoría de las personas y no representan que tengan ninguna enfermedad o infección importante, e incluso cuando son consecuencia del virus esos síntomas leves, en la mayoría de las personas la enfermedad va cursar sin llegar a mayores. Si es cierto que a esos síntomas leves hemos de prestarle atención si hemos tenido contacto con otras personas enfermas, que hayan estado en entornos de alto riesgo o que hayan dado positivo, etc. Entonces llamar al médico, el criterio debe establecerlo solo el profesional.
Y sí, y solo sí se recomienda solicitar ayuda si se diesen síntomas como los siguientes:
• Sensación de ahogo o dificultades para respirar.
• Fiebre alta y persistente durante varios días.
• Un deterioro o empeoramiento de la salud claro.
Como podemos observar, son síntomas bastante llamativos, nada comunes, y aunque no estemos haciéndonos constantes chequeos de nuestro estado de salud, va a ser treméndamente difícil que se nos pasen desapercibidos.
¿Cómo puedo mantener a raya mis síntomas y sensaciones físicas?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, se llega a las siguientes conclusiones:
• Más que estar en continua alerta, hay que intentar centrarnos en lo que sí podemos controlar, las medidas de precaución de higiene, de distanciamiento social, lavado regular pero no compulsivo de manos, etc.
• Si nuestra sintomatología es ligera puede no deberse al virus, o sí pero indicar simplemente que estamos pasando la enfermedad en grado leve y que no debemos alarmarnos ni acudir a un centro de salud, solo llamar.
• Si experimentamos síntomas más graves o somos población de riesgo, ahí sí es importante que contactemos con los servicios de urgencia destinados a este fin para que nos indiquen los pasos a dar. Pero en ese caso, nos daremos cuenta sin necesidad de estar chequeándonos constantemente.
De acuerdo, dirás, pero yo sigo preocupado por mi salud y teniendo sensaciones raras. Lógico la práctica es más difícil que la teoría, ayudarán una serie de estrategias a mantener esas sensaciones bajo control y a no aumentarlas sin darte cuenta.
- Primero y especialmente recuerda algo tan simple como esto, si sigues las medidas de prevención, no tendría por qué suceder nada ni contigo ni con los tuyos.
- Adapta tu rutina a las circunstancias actuales e intenta mantenerla con cierto grado de flexibilidad. Esta rutina debe incorporar unos horarios regulares de sueño y de alimentación saludable, evitando los excitantes. Realiza ejercicio físico adaptado a tus capacidades y forma física. Un estilo de vida saludable va a reducir las sensaciones corporales extrañas, a darte mayor sensación de bienestar físico y psicológico y, a mantener la cabeza entretenida. Tener una rutina marcada nos mantiene ocupados y no tener centrada constantemente nuestra atención en nuestras sensaciones y pensamientos dramáticos.
- Dedica tiempo al ocio, el aburrimiento y el bajo estado de ánimo contribuyen a que experimentemos sensaciones desagradables y a que les prestes más atención. Por eso, cuando te plantees tu rutina diaria asegúrate de que incluyes actividades que disfrutas y que te entretienen, incluyendo relaciones sociales importantes para ti. Procura no pasar demasiado tiempo físicamente inactivo o simplemente sentado frente al ordenador.
- Mantén los pensamientos catastróficos al mínimo, la gran mayoría de las veces el problema no es tanto el síntoma o la sensación, como la alarma que me genera en la forma que lo interpreto haciendo que lo perciba de una forma más desagradable y exagerada, que además va a generar probablemente una respuesta de ansiedad que es posible que acabe desencadenando nuevas sensaciones como sensación de mareo o dificultades para respirar propias de un ataque de ansiedad. Es importante acoger y aceptar lo que siento, pero transmitiéndome no saltar a conclusiones precipitadas ante cualquier sensación o síntoma que experimente.
- Practica actividades que te ayuden a manejar la ansiedad, es normal que estemos más estresados y preocupados, y como hemos visto la propia ansiedad en sí misma puede desencadenar sensaciones que se confundan con los síntomas del Covid-19, por eso, puede ser interesante aplicar sencillos ejercicios de relajación, meditación o simplemente respiración diafragmática un par de veces al día o las que necesites (hay múltiples recursos en la red, incluso en la sección Videoteca del Blog encontrarás una relajación sencilla de unos 10 minutos)
- Limita tu exposición a las noticias o a conversaciones constantes sobre el tema, es especial con quienes también experimentan sus miedos de forma parecida a ti. No veas constantemente noticias, elige hacerlo una vez al día y ya no vuelvas a hacerlo. Es una enorme ayuda limitar la exposición a información.
- Corta los bulos tan frecuentes ahora en Internet, redes sociales, grupos de WhatsApp, conversaciones cotidianas que se llenan de ellos, con informaciones no contrastadas, muchas veces directamente inventadas, sobre cómo funciona el virus, cómo podemos prevenirlo o curarlo de forma alternativa, productos milagrosos y un largo etcétera. A veces cuesta no prestarles atención, ya que en una situación de incertidumbre nos aferramos a cualquier pista que nos haga sentir control. Pero a la larga, atender o difundir estos bulos puede contribuir a ponernos más nerviosos y sobre todo puede llevarnos a caer en comportamientos que no son adecuados para nuestra salud o que nos proporcionan una falsa sensación de seguridad e interfieren en un correcto autocuidado.
- Desahoga tus preocupaciones con personas que sepas que te van a saber ayudar, poder expresar nuestras emociones, preocupaciones, miedos, puede ser útil en estas circunstancias. Nos ayuda a sentirnos menos solos y a poner en palabras pensamientos que dentro de nuestra cabeza parecían mucho más dramáticos. Pero es importante que lo hagamos con las personas adecuadas, y no anteriormente como ya se indicó, con personas que retroalimenten nuestras preocupaciones. Personas que sepan escucharnos con empatía y nos respeten. También fundamental hablar y centrarnos en otras temas que nos son agradables. En general, mantener el contacto social.
- Controla tu atención, ya hemos visto cómo el mero hecho de prestar atención a tus sensaciones físicas las puede potenciar, y esto puede ser muy confuso. Una estrategia que puede ser útil es, en vez de estar comprobando tus sensaciones continuamente, o cada vez que te acuerdas o notas algo raro, hacerlo en intervalos previamente definidos, por ejemplo te puedes poner una alarma cada 12 horas, y solo en esos momentos hacer las comprobaciones que hayas decidido previamente.
Intenta limitar esas conductas de tranquilización, hay ciertos comportamientos que en las circunstancias actuales son necesarios, lavarnos las manos, comprobar la salud de seres queridos, etc. pero que tenemos que hacer un esfuerzo por mantenerlas a raya y evitar que se conviertan en formas inadecuadas de manejar nuestra ansiedad, existen otros medios.
- Pide ayuda psicológica si realmente se vuelve todo un desafío y notas que este tema por más que lo intentes te desborda, que estás continuamente fijándote en tu propio cuerpo y en tus propias sensaciones, con preocupaciones demasiado intensas o catastróficas sobre lo que está pasando o crees que pueda pasar, un acompañamiento externo puede ayudarte a entender mejor la forma en que estás gestionando tus emociones, comportamiento, sensaciones, y a desarrollar estrategias que te sean útiles para manejarlo con mayor calma y realismo.
“NI TU PEOR ENEMIGO PUEDE HACERTE TANTO DAÑO
COMO TUS PROPIOS PENSAMIENTOS”
Aquí y Ahora
Un cariñoso abrazo virtual.
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